Recuento

Nací en la Ciudad de México el 8 de diciembre de 1954. Mi padre fue un gran melómano, y de él adquirí el gusto por la música, en particular la música clásica. Mi gusto por el rock es el de toda mi generación. Mi madre era una persona muy creativa, que bordaba sin pausa y con un gusto exquisito.

Mientras viví en casa de mis padres, hasta los 18 años, no sentí mayor atracción ni por el tejido ni por el bordado, pero la imagen de mi madre siempre con una aguja en la mano estaba siempre presente.

Alberto Blanco y yo nos casamos muy jóvenes: él tenía 22 años y yo sólo 18, en 1973. Yo trabajaba por las mañanas en la famosa Sala Margolín, tienda especializada en discos de música clásica, y por las tardes iba a la UNAM, donde cursé la carrera de Estudios Latinoamericanos. Por las noches, ya de regreso en casa, poco a poco fui descubriendo que el bordado era una maravillosa forma de relajarme.

Nunca llevé clases de pintura o dibujo, pero Alberto, desde niño, tuvo un enorme talento en estos menesteres, así que él se convirtió en mi primer maestro, dándome clases particulares, y poniéndome a copiar del natural. Además, comenzamos a hacer paseos al zoológico para dibujar animales. Emprender la aventura de hacer trabajos en común era el siguiente y natural paso. La experiencia me resultó super enriquecedora.

Alrededor de 1981 me enteré del tradicional taller de tapices que había en la Unidad Independencia del IMSS, dirigido por el maestro Felipe Jiménez, y decidí incorporarme para experimentar con otras técnicas de textiles. Permanecí allí por cinco años, y tuve la fortuna de trabajar en telares de gran tamaño además de aprender las técnicas del teñido de las lanas. Tanto así, que en 1982 hice un libro con Rosa Galy sobre el tema: Teñido de la lana con plantas, Patricia Revah y Rosa Galy, Colección Cántaro, Árbol Editorial, México.

Durante esos años participé en varios Salones Nacionales de Tapiz. Pero cuando comenzamos a tener familia –Dana nació en 1985 y Andrés en 1989– los formatos, por necesidad de espacio y tiempo, se redujeron mucho. Dejé de trabajar en los telares y me concentré en el bordado. Tendría yo unos diez bordados, sin ninguna conexión entre ellos, cuando Alberto me pidió verlos todos juntos. Comenzó a moverlos y acomodarlos de distintas maneras, hasta que dijo: ¡creo que ya tengo la historia! Había logrado imaginar una fábula ilustrada a partir de mis bordados. Sólo faltaba cubrir algunos “huecos” para redondearla. Así nació nuestro primer libro para niños: Un sueño de Navidad, publicado por Patricia van Rijn en su editorial CIDCLI en 1984. Este libro tuvo una gran aceptación y distribución, gracias al Correo del Libro. Fue el mejor augurio del nacimiento de nuestra hija Dana, nombre de la palomita protagonista de la historia.

El libro que le siguió: Pájaros, Pájaros, es el más personal que he hecho en cuanto a mis ilustraciones: son bordados muy libres e imaginativos. Trillas lo publicó en l989, y les vendí todos los originales a la editorial. No teníamos en esos tiempos mucho margen de acción: necesitábamos el dinero para los gastos del nacimiento de Andrés. De todos nuestros libros éstos son los únicos originales que no conservo.

En el año de 1991, gracias a una Beca Fullbright que le dieron a Alberto, pasamos un año en la Universidad de Irvine, en el sur de California. Allí hicimos contacto con una editorial para niños de San Francisco que publica libros en ediciones bilingües: Children’s Book Press. Les presentamos el proyecto, que en ese momento estaba en proceso: La sirena del desierto/The Desert Mermaid, y lo aceptaron de inmediato. Esto nos llenó de felicidad porque los libros eran de una gran calidad: en cuanto al papel, la selección de color , la pasta dura, la distribución. Fue un gran triunfo, y el libro se vendió muy bien por muchos años. En 2007, la Editorial Artes de México, junto con CONACULTA, publicó una segunda edición, sólo en español, que circula hasta la fecha.

Nuestro siguiente libro fue un alfabeto, A, B, C, editado por José Ignacio Echeverría en su editorial SITESA. Las ilustraciones son también bordadas. Este libro, como todos nuestros libros posteriores, tuvo la fortuna de entrar en el programa llamado Bibliotecas de Aula, diseñado para que cada salón de clases en toda la República Mexicana, tenga su pequeña biblioteca. Así fue que, del A, B, C, se publicaron 130,000 ejemplares. Este es el tiraje más grande que ha tenido alguno de nuestros libros. Nos da mucha alegría saber que este trabajo ha sido (y tal vez sigue siendo) disfrutado por muchos niños en tantos lugares distintos.

Simultáneamente a los bordados, quise experimentar con otras técnicas. Hasta ese momento todos los libros habían sido realizados en petit point o medio punto de cruz, que es bastante laborioso. Me llevaba un año – o más – terminar las ilustraciones de cada libro. Pero en un momento dado tuve la oportunidad de ver trabajar a varios artistas huicholes que vivían en casa de nuestro amigo Eugenio Metaca. Allí pude aprender su técnica: una base de madera sobre la que se aplica cera de campeche y donde luego se ‘dibuja’ con hilo, estambre o chaquira.

Decidí experimentar con esta técnica sorprendente hasta dominarla, y me propuse utilizarla en los siguientes libros, sólo que modificada, porque además de usar estambre, comencé a usar seda, nylon, hilos metálicos, etc. Y aquí cabe subrayar que nunca he pretendido ‘apropiarme’ de ese mundo y esa realidad tan auténtica de los huicholes. Sólo he aprovechado su técnica maravillosa para expresar una realidad totalmente distinta. Siempre les estaré enormemente reconocida y agradecida.

La técnica de los huicholes me abrió todo un mundo de posibilidades y, en colaboración con Alberto, transporté algunos de sus diseños de árboles y gatos utilizando una gran variedad de materiales. Tuvimos oportunidad de exhibir estas obras en diversas exposiciones. Destaco las que hicimos en la entonces recién inaugurada Galería de Moctezuma Art & Books, en Chula Vista, California, con muy buena respuesta del público.

Mientras, nosotros seguíamos con nuestro proyectos de los libros para niños tuvimos le suerte de conocer a Rodrigo de la Ossa, director de la sección infantil de la Editorial Alfaguara. Nos entendimos muy bien desde el primer momento con él y con su asistente, Alicia Rosas. Con ellos publicamos nuestros siguientes cuatro libros para niños, bien editados y diseñados por Rebeca Cerda y Juan Arroyo. El resultado fue que El blues de los gatos, Dichos de bichos, A B C (segunda edición) y Rimas y números, fueron todos reconocidos por el Programa Bibliotecas de Aula. Hoy en día, gracias a los avances tecnológicos, estos libros también se pueden encontrar como e-books.

Sin embargo, no todos nuestros proyectos han corrido con la misma suerte. Hay un par de libros – El sueño de Cristóbal y Xochiquetzal – que todavía siguen en busca de editor. Pero sabemos que, tarde o temprano, lo habrán de encontrar.

Paralelamente a los libros infantiles, e inspirada de nuevo por el arte de los huicholes, empecé a trabajar con chaquira, siempre maravillada con sus increíbles efectos, y sintiendo una creciente admiración por las obras de sus creadores originales. La chaquira es un material fascinante, pero trabajarla es tardado y requiere de una paciencia a toda prueba.

Muchos de mis trabajos con chaquira y con hilo de seda están inspirados en dibujos y gouaches de Alberto. Así fue como surgieron libros de artista y libros objeto tales como Hombres y piedras, Estaciones, Hojas secas y El camino de los ancestros. La buena gente del taller Intaglio, de la Estación Indianilla, y del Taller Black Stone, capitaneados por Francisco Lara, se encargó de llevar estos trabajos hasta su perfecta culminación.

Toda la obra que se puede ver en este sitio, es el resultado de más de cuarenta años de trabajo en los cuales he contado con la colaboración, el invaluable apoyo y la total complicidad de mi compañero de siempre: Alberto Blanco.

Patricia Revah